Cuando los medios alertaron de los primeros casos de afectados por el virus de la gripe H1N1, el presidente egipcio Hosni Mubarak, temeroso de una epidemia de consecuencias imprevisibles, pero que se anticipaban fatales para la población, optó por cortar por lo sano, ordenando la matanza indiscriminada de todos los cerdos [de cuatro patas] del país. Esta decisión ha tenido incómodas [e insalubres] consecuencias medioambientales para los habitantes de El Cairo y aún más trágicas consecuencias económicas para una minoría de sus ciudadanos, la comunidad cristiana de los Zabaleen.