El cerebro de la mayoría de nosotros está mal equipado para enfrentarse a las demandas que nuestra vida digital nos impone en lo que a la Seguridad se refiere, concretamente con relación a la gestión de las contraseñas.
Idealmente, en cada servicio en el que nos demos de alta deberíamos utilizar una contraseña distinta. Además, deberíamos cumplir con las recomendaciones habituales encaminadas a fortalecer dicha contraseña: utilizar combinaciones aleatorias de letras, mayúsculas y minúsculas, con números. Cuanto más largas, mejor.
Estas características recomendadas no hacen más que dificultar la tarea de recordar decenas [si tienes una vida digital especialmente activa serán más de una docena con toda seguridad] de contraseñas distintas. Es bastante habitual que alguien se encuentre con la sorpresa, a la hora de entrar en un servicio web que no utiliza habitualmente, de que la contraseña y/o el nombre de usuario que está utilizando no es el correcto.
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