Una visita de la Rubia al Salón Millésime de Madrid, que cierra sus puertas hoy 30 de octubre, me sirve de pretexto para rendir un modesto homenaje a alguien que ocupa un lugar privilegiado mi panteón de Héroes Intelectuales [no confundir con Gurús]. ¿Qué tiene que ver la Gastronomía más selecta con la Teoría de la Información? ¿Qué une a Ferrán Adriá con Claude Shannon [o, ya puestos, con Simone Ortega, la señora que ha enseñado a cocinar a varias generaciones de españoles]? Ahí vamos.
Últimamente me he encontrado, en cometidos para clientes, con varios problemas del tipo 'medir lo que no puede ser medido' [por ejemplo, cómo evaluar el desempeño de las personas en un área o departamento en el que no se han establecido ni objetivos ni métricas para esas mismas personas. Tal cual.]. Sin ir más lejos, en cada edición que celebro de mi taller de Creatividad para la Innovación alguien plantea la cuestión de cómo determinar si una idea es más 'creativa' que otra. ¿Cómo medir lo creativo de una sugerencia, o de un anuncio, o de un nuevo producto o servicio?
Planteo entonces a los participantes el más sencillo de los ejercicios 'de creatividad': la búsqueda deliberada de alternativas de uso a un objeto cotidiano. Por ejemplo, clips de colores [hasta la fecha, el record de respuestas lo tiene una joven ingeniera que trabaja en la Diputación Foral de Bizkaia, de nombre Saioa, que fue capaz de imaginar 27 usos alternativos en tan sólo 3 minutos]. A medida que vamos comentando los resultados de cada uno, queda bien patente que las alternativas no se generan "en el vacío". Se identifican sin esfuerzo una serie de 'focos' alrededor de los cuales se organizan las diferentes propuestas. Por ejemplo, "utilizarlo como elemento de sujeción". También se comprueba inmediatamente que hay usos más citados que otros, como algunos de los que tienen que ver con su empleo, una vez extendido, "como instrumento punzante" [otro foco]. Por último, en cada taller aparece alguna idea que destaca por ser el único representante de su categoría de entre todas las propuestas recogidas [por ejemplo, utilizar los colores del clip para clasificar los objetos a los que se encuentre unido]. Cuando les pregunto a los asistentes después de este ejercicio cuál es la alternativa más creativa, pocos lo dudan: la alternativa menos repetida.
Así pues, parece que la frecuencia de aparición determina el grado de creatividad de una idea o, lo que es casi lo mismo, este grado nos lo dicta su probabilidad de ocurrencia que es, como sabemos, una medida del nivel de sorpresa. Lo creativo sorprende, porque es poco probable. Y aquí es donde enlazo con Shannon [en lo que sigue uso como referencia el artículo "Comprender la información, bit a bit" de Igor Aleksander recogido en "Fórmulas Elegantes", de Graham Farmelo, publicado por Tusquets en su colección Metatemas].
El nombre de Shannon está unido a dos ecuaciones que constituyen los fundamentos de la Teoría de la Información . La primera de ellas,
I=-p log2 p
nos dice que la cantidad de información (I) que encierra un mensaje [siendo 'mensaje' cualquier cosa que encierre información, lo que incluye desde una partitura a un organismo vivo al Universo en su conjunto] depende precisamente de su probabilidad (p). Cuanto menos probable sea un suceso cualquiera, más inesperado, más sorprendente será y más información aportará.
El paralelismo con lo que comentábamos hace unos momentos de la creatividad es evidente. La alternativa más creativa es la más sorprendente, esto es, la menos frecuente, la menos probable y, también, la que más información aporta, porque como mínimo nos proporciona un nuevo punto de partida, una nueva perspectiva, una nueva forma de mirar ese objeto o esa necesidad, o el elemento de que se trate de nuestra Realidad. Y es en este punto donde se nos une Adriá, porque lo que hace Ferrán es sorprendernos en cada plato, huir de las formas conocidas, escoger lo menos frecuente, materializar lo improbable. Y es que una receta de Ferrán encierra diez, cien, mil veces más información que la versión del mismo plato, pongamos unos huevos fritos, que nos presenta Dña. Simone Ortega. Porque preparar unos huevos fritos como Ferrán requiere disponer a priori, como él, de una cantidad enorme de información sobre las propiedades físicas, químicas u organolépticas de los alimentos, de la fisiología del gusto, de los sistemas de cocción o de la creación del entorno ideal [en temperatura, humedad, presión, iluminación, etc] en el que degustar ese plato. Él además, utiliza esa información como nadie, pero eso es otro tema.
¿Y la segunda ecuación de Shannon? ¿Tiene algo que ver con lo que hablamos? Por supuesto, porque esa ecuación,
C=W log2 (1+S/N)
nos habla de la calidad del medio de transmisión, desde un cable de fibra óptica al espacio radioeléctrico, pero también de la calidad de transmisión de la información procedente del olfato, el gusto, el tacto o la vista, a través de nuestro sistema nervioso, hasta nuestro cerebro para ser procesada. Esta calidad del medio, que depende del ancho de banda (W) y de la relación entre señal y ruido (S/N) nos anticipa que no todos seremos capaces de apreciar las diferencias entre los raviolis de Ferrán degustados en El Bulli y los que podamos preparar en casa con la receta de Ortega. Si me permiten que estire un poco más la analogía, esta segunda ecuación nos habla de un componente clave de la creatividad de las ideas: la sensibilidad al Valor de una idea. No todos son igualmente sensibles a este Valor. No todos son capaces de reconocer en una idea "rara", una idea "valiosa". No todos pueden distinguir una locura de un acierto. De hecho, la mayoría es incapaz de hacerlo, bien porque nunca ha sabido, bien porque han olvidado cómo se hacía. Nuestro "ancho de banda" será más bien "estrecho", habrá mucho "ruido" confundiéndolo todo, o como dirían Altshuller o De Bono, mucha Inercia, mucho "cemento" en nuestras cabezas. Lo malo es que no sabremos distinguir un Whopper de la hamburguesa que preparan en La Kitchen. Lo bueno es que nos dará igual. Qué rico, ñam!
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