Estoy en deuda con RBA editores por la reedición, en su nueva colección "Desafíos matemáticos", de uno de los libros más deliciosos que tuve la suerte de leer en mi vida. Seguro que más de uno de los hipotéticos lectores de este blog han disfrutado al menos tanto como yo con la lectura del entretenido "Ajá! Paradojas que hacen pensar", de Martin Gardner, quien probablemente tampoco necesita presentación alguna (y menos aún disponiendo de la Wikipedia a un click de distancia). He pasado estos días releyendo el libro de Gardner, maravillándome de nuevo de su facilidad para hacer comprensibles conceptos de lógica, probabilidad o estadística verdaderamente complejos.
Uno de los capítulos del libro me ha traído a la memoria una conversación que mantuve, pocos días después del 11-S, con uno de los directores asociados del grupo de empresas para el que trabajaba por aquel entonces...
En realidad, muchas de nuestras conversaciones giraban alrededor de aquel terrible suceso, como supongo que ocurría en todas partes. Le comentaba a mi colega que, por el hecho de vivir como vivíamos en un mundo pequeño, el impacto real de una tragedia como ésta iba mucho más allá de las casi 3000 personas que habían fallecido o de sus familias. Le explicaba que la probabilidad de que dos personas escogidas al azar en los USA se conocieran entre sí se medía no en tantos por millón o decenas de miles, sino en tantos por ciento. Y que esa probabilidad subía hasta un 99 por ciento si incluíamos las relaciones de segundo grado. Dicho de otra forma, que una proporción elevadísima de la población estadounidense contaba con algún amigo o conocido que había sufrido la pérdida de alguien cercano en la masacre. Para el estadounidense medio se trataba de algo muy personal.
Pensad, sin ir más lejos, en la tragedia del 11 de marzo en Madrid. El cuñado de una amiga mía viajaba en uno de los trenes que sufrieron el atentado. Salió con heridas de consideración, pero al menos salió vivo. En una ciudad como Madrid, que a veces resulta tan fría e impersonal, en la que diariamente te cruzas con cientos de extraños y en la que puedes estar años sin tropezarte por casualidad con un buen amigo, todos fuimos tocados de cerca, porque todos estamos profundamente conectados.
Hoy en día sabemos algo más de lo que Gardner sabía cuando escribió el capítulo titulado "¡El mundo es un pañuelo!" en su maravilloso librito. Por ejemplo, la figura de Stanley Milgram y sua famosos experimentos "postales", que Gardner cita como referencia, han sido objeto de controversia, primero, y directamente cuestionados después, una vez que sus métodos fueron revisados a conciencia. Duncan J. Watts nos habla con detalle de todo eso en el capítulo 5 de su estupendo "Seis grados de separación", del que os hablé hace tiempo. Con todo, aunque no sea a la manera que concluía Milgram a partir de sus "resultados" más que dudosos, parece bastante seguro afirmar que vivimos en un mundo pequeño. Parafraseando a alguien mucho más sabio que yo, como humanos que somos, ningún otro humano nos es realmente ajeno.
Por cierto que mi colega no se creyó ni una palabra de lo que le dije.
El libro de Gladwell tiene la virtud de haber popularizado esos y otros conceptos. Si el tema te engancha, tal vez te apetezca continuar con el libro de Watts, que no es un periodista, sino un matemático "de pro" metido a sociólogo :-)
Posted by: Mario | 09/12/2007 at 08:30 AM
¡Qué curioso! Justo ayer empecé a leer "The tipping point" de Malcolm Gladwell y hace referencia a "el mundo es un pañuelo" y "los seis grados de separación". El libro ha sido publicado en español por España y versa sobre cómo pequeñas cosas pueden provocar una gran diferencia. Muy recomendable.
Posted by: Un hombre casado | 09/12/2007 at 07:22 AM