La prensa de medio mundo se hace eco estos días de la presentación de resultados de la Encuesta Mundial de Valores, una investigación sobre el cambio sociocultural y político a escala mundial. La encuesta es realizada sobre muestras representantivas de casi 80 sociedades en todos los continentes habitados. Los trabajos son dirigidos por una red de científicos sociales adscritos a las mejores universidades del mundo. Esta es la cuarta edición de la encuesta desde el año 1981.
En la presentación en Madrid del estudio, el presidente de la asociación que lo patrocina, Ronald Inglehart, comentaba que el desarrollo económico conlleva un cambio en los valores que sustentan las sociedades, desde los "materialistas" a los "postmaterialistas". Me pregunto si no estará confundiendo, hasta cierto punto, la causa con el efecto.
El periódico Expansión publicaba el día 30 de junio de 2004 en su página 38 un artículo a página completa sobre la cuarta World Value Survey en el que incluían un gráfico de elaboración propia en el que se evidenciaba la relación existente entre el desarrollo socioeconómico de los países y los valores, creencias, ideologías y tradiciones culturales que predominan en sus sociedades. La conclusión que sacan todos es que el desarrollo económico parece empujar a las sociedades en una misma dirección, hacia valores de libertad de expresión y elección y valores seculares, independientemente de cuál sea su herencia cultural. La hipótesis defendida dice que una vez alcanzados los niveles adecuados de desarrollo económico, las personas empiezan a priorizar valores relacionados con nuevas necesidades, como la libertad de elección, la expresión individual y la tolerancia.
Probablemente tienen razón en lo que comentan, pero por mi parte no dejo de pensar en algo que lleva muchos años dándome vueltas a la cabeza. Estoy convencido de que, al igual que ocurre con las personas, determinados valores o creencias tienen la virtud de capacitar a las sociedades que los asumen como propios, frente a aquellas otras que los rechazan. Las creencias que sostenemos sobre nuestra identidad, nuestro papel en el mundo o nuestras relaciones con los demás determinan en gran medida cómo vivimos nuestra vida y los resultados que conseguimos en ella. Estoy seguro de que hay conjuntos de creencias potenciadoras, positivas para las personas que las hacen suyas y viven de acuerdo con ellas. También sé que hay creencias que nos limitan, que nos incapacitan, nos impiden desarrollar nuestro potencial. Por eso me pregunto si no están confundiendo la causa con el efecto. Sociedades en las que el papel de la mujer se relegue al cuidado del hogar y de los hijos, la ciencia se perciba como una fuente de amenazas o se favorezca la unión entre política y religión tienen mucho más difícil desarrollarse económicamente que otras en las que se sostenga lo contrario. Al menos eso creo.
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